miércoles, 20 de febrero de 2013

EL TEATRO COMO AEROPUERTO


      Año 1993. Clara joven, tras la pérdida de su hermano y con la excusa de un máster en el extranjero, se dispone a tomar un vuelo que le alejará de su ciudad y le encaminará a empezar su nueva vida. Facturado ya el equipaje, espera en el vestíbulo de las puertas de embarque. Y es allí dónde se cruza con un personaje que podría ser ella misma dentro de veinte años. Año 2003. Clara adulta vuelve a su ciudad para recibir un premio tras ocho horas de vuelo transoceánico. Tras recorrer la pasarela que le conduce de la aeronave al vestíbulo, se cruza con una joven a punto de despegar, que le recuerda a ella misma, cuando veinte años atrás, y mientras esperaba el avión que le llevaría al extranjero, se extrañó al cruzarse con una mujer veinte años mayor que ella que casi con total seguridad volvía a recoger un premio a su ciudad natal.
      Cuando nos pusimos a trabajar sobre las escenas, probamos esta posible situación para el comienzo de la obra. Se le había ocurrido al dramaturgo durante la sesión anterior, cuando discutíamos sobre las paradojas temporales del texto. Clara joven, en el espacio tiempo escénico real se cruzaba con Clara adulta en el aeropuerto. La metáfora surgió de repente y de improviso con una poderosa elocuencia. En los tiempos en los que vivimos, tanto el aeropuerto como el teatro pueden ser edificios que nos permitan viajar a otros lugares y a otros tiempos. Y no necesariamente y siempre con una intención evasiva. Porque a veces, cuando estamos esperando el avión, nos damos cuenta de dónde venimos y adónde vamos, y por qué. Y porque cuando la aeronave despega y va cogiendo altura, nos asomamos por la ventanilla y la altura nos privilegia con una distancia desde la que contemplar con gran extrañeza y mayor claridad las cuestiones terrenas. Entonces, con un violento escorzo del cuello, como cuando en el teatro no queremos perdernos un momento de la representación que se escapa de nuestro campo de visión, buscamos allí abajo el lugar concreto donde reside nuestra vida y la del resto de mortales.

Víctor Velasco.


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